martedì 16 novembre 2010

Homenaje a la Virgen del Quinche 21 de noviembre caminatas verso el Santurio

El Quinche es un sitio de romería a la Virgen del Quinche y queda a una hora de distancia desde Quito.
Se puede llegar al Quiche por dos diferentes rutas: por Pifo o por Guayllabamba (pasando por el el zoológico de Quito). La ruta por Pifo es más corta y demora una hora y media, los buses salen de la estación norte de la Ecovía.
Para estos tiempos Oyacachi, un pequeño pueblo indígena ubicado en las estribaciones de la cordillera Oriental, al este de Quito, se encontraba amenazado por una temible plaga de osos que había dejado como saldo la fatal pérdida de varios niños, lo cual obligó a sus habitantes a mudarse de sector en varias ocasiones.

Cuenta la leyenda que en el momento más crítico, los oyacachenses se vieron en la urgencia de buscar algún lugar que los mantenga a salvo de los temibles osos, protección que encontraron en una caverna de formación natural. Un día, de manera casual y misteriosa pasó por ahí una hermosa mujer de rasgos extranjeros, tez blanca y largos cabellos, con un niño en brazos.
Santuario del Quinche Ella les consoló y explicó que podía librarles de la letal plaga, pero con una sola condición: que se convirtieran a la religión católica y se hicieran evangelizar por el sacerdote de la población más cercana. Lo extraño no fue solo la súbita aparición de esta mujer o sus exóticos rasgos sino también su manera de desaparecer. Era la hora en que se ocultaba el sol, ella se marchó inmediatamente después de hablar con los aterrados indígenas y de haber hecho su propuesta, sin aceptar la invitación para pernoctar en el lugar e insistiendo en que tenía que llegar esa misma noche a El Quinche.

Todos sabían que eso era imposible, ya que incluso de día era difícil una travesía de varias horas de intenso y cenagoso camino. Empero, la misteriosa mujer se fue y volvió en dos ocasiones más, procediendo todas las veces de la misma forma, es decir, dejando una sensación de paz, denotando optimismo al ofrecer una solución para el problema y marchándose decididamente, siempre a la hora del ocaso. Debía ser algo divino.

Ante la desesperante situación y en vista de que la forma en que aparecía y desaparecía aquella mujer era muy desconcertante aunque soberbia, los oyacachenses decidieron probar fortuna, pues no tenían nada que perder. Se hicieron evangelizar y construyeron un pequeño altar en la cueva del refugio, lo cual se dice que ciertamente ahuyentó a los osos. Ahora solo les faltaba una imagen católica, que buscaban con vehemencia, a la cual venerar y que adornara el altar. Es entonces cuando Diego de Robles se entera y decide viajar con su obra hacia el agreste pueblo. Corría el año de 1590. Cuenta el relato que los indígenas de Oyacachi se quedaron estupefactos al ver la escultura de Robles, porque decían que era la misma extraña señora que se les apareció con un niño en brazos en tres ocasiones; entonces no dudaron en adquirirla. Pagaron al hábil artesano con tablas de cedro, que era lo único interesante que podían ofrecer, ya que esta madera abunda en el sector; de hecho, este enclave en particular, de los varios que ha tenido Oyacachi, tenía el sobrenombre de Cedropamba (llanura de cedro en quichua). Al tratarse de madera de gran calidad, el escultor quedó conforme. Una vez hecho el trato, los recientemente convertidos pusieron a la Virgen en la rústica capilla improvisada en la cueva; de aquí la denominación que tiene hasta la actualidad para muchos: " La Virgen de la Peña".

Se cuenta que luego de erradicada la terminada plaga, el primer milagro fue concedido al propio Diego de Robles, quien tiempo después de haber negociado la imagen, volvió a Oyacachi para reabastecerse de la buena madera del lugar. Aprovechando su presencia, los oyacachenses le pidieron que hiciera un nicho para que descansara la divina imagen en una humilde capilla que habían construido. Sin embargo, Robles se negó y agarró camino hacia Quito; cuando pasaba el puente sobre el río Cariaco, corcoveó botándole hacia las profundidades. Es entonces cuando Robles invoca a la Virgen de Oyacachi, quedando sorpresivamente suspendido en la rama de un árbol. Su fortuna se completaba con el paso de tres caminantes que lo ayudaron a salir del atolladero y lo llevaron nuevamente hacia el devoto pueblo. Luego, al igual que la misteriosa señora, desaparecieron sin dejar rastro alguno. En agradecimiento Robles volvió con todo lo necesario y construyó el anhelado nicho. A partir de estos hechos, la fama de la Virgen no tardó en difundirse; sus milagros además seguían multiplicándose, por lo cual no demoró en llegar una ola de peregrinos desde cercanos y lejanos sectores.

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